sábado, 3 de marzo de 2007

Una novela de mil páginas



Una novela de mil páginas

Autor: David Wapner
Siesta, Buenos Aires, 2007
352 páginas

Precio de venta: $23
esiesta@gmail.com

Diseño de cubierta e interior: Exequiel Klopman
Ilustraciones: Ana Camusso
Impresión: Edigraf S.A.

"La época aguardaba que este libro fuera escrito.
Una novela de mil páginas responde a esa expectativa: la que entrevé todavía un futuro para la literatura.
Su autor, David Wapner, trabaja en la cuerda floja de esta posibilidad; su escritura lleva esa marca: la del límite y la ruptura del límite; el molde y la ruptura del molde.
Tenemos, entonces, una novela en la que cada una de sus páginas está resuelta dentro del límite de unas pocas líneas (a veces una o menos de una) pero cuya fuerza expresiva lo supera.
David Wapner, poeta argentino, radicado hace algunos años en Beer-Sheva, Israel, me pidió por vía telefónica un prólogo.
Irresponsablemente, acepté: no sabía con el libro genial que me iba a encontrar."

Leónidas Lamborghini, posfacio.

Prensa

Diego Erlan, en Revista Ñ, junio de 2007: "Las mil y una novelas. David Wapner propone un personal juego narrativo en una ciudad de veinte mil habitantes.

"No son mil. Esa es la primera mentira. La segunda es que este libro de David Wapner sea una novela. No. Son miles y todas en forma de fragmentos. Desde el principio el lector está inmerso en el juego de la ficción. Imaginemos un narrador en ala delta. O un videojuego al estilo Simcity. Wapner empuja al lector a una ciudad de veinte mil habitantes, y en ese tránsito fantasmal es testigo de un mundo (esa ciudad, esos personajes), de vidas que se cruzan y cuentan no una sino miles, tantas historias como 'páginas'. Podría hablarse de una 'novela estallada'. Las situaciones
ocurren, una tras otra, a veces tienen continuación, otras veces no; los personajes se presentan con el nombre completo o con alguna característica y nada más. La delicada artesanía de la escritura convierte a cada página/fragmento en una contundente prosa poética. Son fragmentos como esquirlas. Cada uno es parte de una bomba, cada uno es una herida que desarrolla (o casi) la historia de la víctima, del contexto. Son miles de historias que no pueden (o quieren) ser contadas. El arte de la ficción es el arte de la manipulación. La única decisión que Wapner toma es manipular con los desechos, escribir con aquello que podría ser descartado, pero que utiliza y entonces el resultado es esta novela en ebullición, como una ciudad en hora pico donde todos hablan, todos repiten procedimientos, todos tienen una vida monótona, aburrida y a la vez llena de dudas, de movimientos fallidos, de indecisiones, pero donde todo podría estar a punto de cambiar. Las páginas descubren una experiencia física de la lectura. Los fragmentos se suceden y el lector se agita. Situaciones intrascendentes, estados anímicos, diálogos que no dicen nada, o donde uno de los interlocutores no responde.
Uno de los textos dice: 'Es todo tan fácil que, parece, y según Longomani, estamos cayendo en una trampa, no de golpe, sino de forma gradual, de modo que, hasta que nos demos cuenta, disfrutamos como locos'. El libro es la trampa. Cuando el lector intente buscar el hilo de una historia se encontrará con un pozo ciego. Hay personajes y hay historias, pero muchas veces
no se resuelven. Hay un personaje (Augusto Barnes) que podría ser el principal, ¿pero lo es? Allí
aparece la duda, que recorre muchos (por no decir todos) los fragmentos. En un juego de espejos
encontramos que la novela tiene como gran personaje a una ciudad de veinte mil habitantes con
un cerro. Y al narrador que duda que con veinte mil habitantes ya pueda hablarse de ciudad. Y es allí donde los habitantes tienen una vida ordinaria, donde repiten situaciones, y al parecer no les pasa nada al tiempo que les pasa de todo. Así es la vida. Wapner, poeta, dramaturgo, músico y titiritero argentino que reside en Israel, ha logrado hacer estallar la novela y no morir. Habrá que celebrarlo."

Federico Levín,
texto leído en la presentación del libro:

Mil páginas.

La doctora Blister está parada en el año 2113 en un cuarto que es blanco como un laboratorio. Sostiene en una de sus manos un frasco de vidrio con un líquido verde fosforescente. Y dice:

en la disciplina de la ciencia
nombrada literatura
los experimentos se realizan
sólo con humanos.
Acerca el frasco a su boca y apura el trago de absenta,

simultáneamente, en el 2007, un joven sentado en el banco de una plaza lee una novela de mil páginas. (Click para texto completo)

Mariano Dupont, en Inrrockuptibles, mayo de 2007: "En pedacitos. En Una novela de mil páginas, el poeta y narrador argentino David Wapner –radicado en Israel desde hace varios años– construye una historia a partir de los fragmentos de una realidad múltiple y alucinada.
Mardablogues.zoomblog.com. Es la página de David Wapner. Entramos. Seguimos sus bifurcaciones y, al poco tiempo, nos perdemos. ¿Por qué? En primer lugar, porque Wapner, que nació en Buenos Aires en 1958, pero desde hace varios años reside en Israel, hizo (y hace) de todo. Recorrer su blog –y los enlaces que nos ofrece– es adentrarse en una suerte de selva proliferante y excéntrica, compuesta, entre otras cosas, por poemas, textos de toda índole, música y cortos de animación. Así, transitar Mardagobio Blogo –transitar, o sea, el “método” Wapner– es como zambullirse de cabeza en un fractal (o como leer una extensa y extraña novela de aventuras cuyo final parece postergarse indefinidamente). La segunda causa del extravío está en lo que hallamos en esa deriva. “Experimentales”, sí, es el mote que podríamos adosarles a los trabajos de Wapner. O “raros”. No es fácil asirlos, leerlos. Si hubiera que buscarles una familia, esa familia sería, por supuesto, disfuncional. Entre los padres, las vanguardias –las de comienzo de siglo veinte y las otras–, Raymond Queneau, Georges Perec y los escritores de OuLiPo, John Cage, Héctor Libertella, etc. Entre los hermanos, Ezequiel Alemian y Sebastián Bianchi.
De ahí que la primera pregunta que surge ante un libro como Una novela de mil páginas –una bola sin manija– sea: ¿por dónde se lo agarra? “Pero es un misterio, y me rompo la cabeza, y no me sale, no logro juntar las piezas de este aparato desarmado y disperso, no puedo armar en mi cabeza un circuito formado de casualidades, entretejido por hilos que de sólo mirarse producen chispas, y eso no alcanza”, dice uno de los fragmentos (una de las “páginas”) de Una novela, cifrando oblicuamente lo que un hipotético lector podría llegar a sentir ante este libro-ovni. Y sí: al menos al comienzo, las piezas-páginas de la “novela” de Wapner (“un aparato desarmado y disperso”) son imposibles de juntar; es imposible armar en la cabeza –habituada, como sabemos, a las producciones codificadas y lineales de sentido– este “circuito armado de casualidades”. Escenas casuales, cotidianas, azarosas, recortadas en toda su abstracción e hilvanadas según un mecanismo que parece regirse por las sinapsis disparatadas del cerebro de un loco. Voces que, como dice Leónidas Lamborghini en el posfacio del libro, “nos llegan como desde las celdas de un manicomio”; voces truncas inmersas en fragmentos truncos que a su vez remiten a una realidad trunca. Wapner: “Cada página es una posibilidad de desarrollo de algo que, si continúa, si se concreta, o se disuelve, no lo sabemos. Eso es, de algún modo, una ciudad, y este libro es algo parecido a una ciudad. Calles, pasajes, pasillos, cables, cloacas, líneas tendidas en el aire”. En la “página” 155 leemos: “O es un pez, o va en camino de serlo. Pero no quiero perder tiempo, déme ya el garfio. La pasta, también. Cordel, manopla, resina, todo. Yo me voy con gorro. Tengo también un frasco bastante grande, también lo llevo. Y el papel de Fabriche, por supuesto”. ¿A qué escena insólita pertenecen esas palabras? ¿A qué mundo alude una conversación en la que pululan como al descuido, con toda “naturalidad”, palabras como “pez”, “garfio”, “cordel”, “manopla” o “papel de Fabriche”? Porque todo queda ahí, como prensado, nada se aclara. Lejos de dar alguna pista, la “página” siguiente arranca con otra cosa, despliega otro recorte delirante e inventa un mundo nuevo que, como los anteriores, nunca llega a clausurarse. Cada tanto, es cierto, algunos nombres y paisajes se reiteran, como si se quisiera dar la apariencia de que en el fondo, por más que no la veamos, hay una historia que, secretamente, vertebra a toda la novela. Pero no: a medida que avanzamos en la lectura comprobamos que esas reiteraciones no ayudan a la construcción de una trama; no son otra cosa que engañapichangas, pequeños leitmotivs sin función narrativa que parecen haber quedado ahí, dispersos en el texto, gratuitamente, a raíz de los sacudones impensados que, en el camino, ha dado la novela. “La trama de la novela es óptica”, dice Wapner explicando su experimento, “porque la totalidad sólo es posible visualizarla desde una distancia equis, o, con más propiedad, desde una distancia y un sitio situados en un punto de evocación, en la memoria, o en un cruce entre memoria e imaginación. Desde este punto hipotético es posible oír las mezclas de los ‘tracks’ en donde se han grabado cada una de las acciones autónomas que circulan por el libro, o canales de luz, en frecuencias diferentes, retomando la analogía óptica, tantas como se puedan, de acuerdo a la capacidad de evocación.” De la capacidad de evocación de cada lector, entonces, dependerán las historias que se “oigan”. Porque detrás de su aparente desconexión, de su aparente ausencia de argumento, Una novela de mil páginas narra mil historias (una por cada “página”) que el lector puede construir y estirar a su antojo. De hecho, siguiendo un procedimiento que Wapner llama “extremaficción”, el libro, recogiendo a su paso la mayor cantidad posible de escenas “insignificantes”, estira y expande el campo de lo representable hasta la irrisión. “Es como si ‘estirásemos’ el campo de la ficción, lo hacemos de goma, de modo de atrapar dentro de él la mayor cantidad representable posible, cualquiera sea su origen, ficticio, o ficcional, o ‘verdadero’. No sé si lo logro, pero ese esfuerzo es lo que llamo ‘extremaficción’.” El humor que surge de esto, sin embargo, nunca es obvio ni lineal. Antes bien, los microrrelatos de Una novela están permeados sistemáticamente por una comicidad enrarecida, por una jocosidad desdibujada y torcida: “Run, run, run. ¡Qué bien anda! ¡Braam! Choca, vuelca: vuelve a andar. El martillo, pam: al taller. Páfate, se rompió el eje, le pongo un palito. Bruu, crac, paf, paf: el motor no funciona. Porquería de coche, catramina, cachivache. Me cansé. A comer un pan”. Precisamente, del humor descentrado y absurdo de esas escenas en miniatura proviene la belleza de esta extraordinaria novela."


Fernando Molle, en Diario Perfil, 13-5-07: "David Wapner no debería necesitar presentación. Poeta, músico, narrador, titiritero, escultor, viene moviendo la coctelera poética porteña desde principios de los ochenta, siendo un precedente secreto y no siempre reconocido de la llamada “poesía joven de los 90”. Además, es un prolífico autor de literatura infantil. Reside en Israel desde 1998, distancia que catalizó uno de los proyectos pioneros y más consistentes de la literatura en la web, el Correo Extremaficción (http: // extremaficcion.zoomblog.com). Y de eso hablamos: de una ficción extrema. Una novela de mil páginas es una experiencia límite, que dialoga con muy pocas obras contemporáneas (quizás, con las micronarraciones de Ezequiel Alemián, quien supo escribir a cuatro manos con Wapner). Dinamitadas desde tiempos inmemoriales las preceptivas de la narrativa clásica, todavia es posible narrar sin repetir la novela o el cuento de siempre, todavía es posible intentar un paso más hacia lo desconocido. Uno de estos pasos es este libro extraordinario."

Entrevista de Silvina Friera en Página 12: "Vivimos en Beer-Sheva, capital del desierto del Neguev, hasta el año 2005, en el cual nos mudamos a Bat-Yam, a orillas del Mediterráneo, y aquí estamos hasta ahora. El principal efecto de la distancia en mi literatura es la pérdida del contacto directo con la oralidad de mis contemporáneos argentinos, lo cual no es ni negativo ni positivo. Durante varios años me negué a la posibilidad de escuchar radios argentinas por Internet, luego vino una época en la cual cedí, pero hace tiempo que no oigo más. No me es necesaria la oralidad, no perdida, sino diferida en el tiempo; lo que sí extraño es a los amigos, a mi familia, y al contacto de primera mano con la obra de mis contemporáneos; ni el e-mail, ni la Internet lo pueden reemplazar. Me preguntás por las lenguas: soy bilingüe, pero soy un escritor argentino, mi lengua literaria es el castellano, y en mi casa hablamos sólo castellano. Del hebreo, traduzco. Y hace ruido dentro de mí. Mis vecinos provienen, en su mayoría, de una entidad nacional que ya no existe, la Unión Soviética. Yo hubiera querido decir, en lugar de la frase anterior, “resisim anoshiím shel mediná sheitmotet”: mi mente habla una lengua ampliada: más de una vez se producen estos conflictos de competencia, eso es lo que más me gusta de vivir en otra lengua."

Daniel Link: "El último paquete que recibí, no anunciado, incluía Una novela de mil páginas de David Wapner (Buenos Aires, Siesta, 2007, 352 págs., ISBN 978-9348-32-1), un texto de 336 páginas, 89 capítulos y 1.000 fragmentos presentados como si resumieran páginas diferentes de un libro hipotético, utópico, total (o como si fueran esas páginas, o como si pudieran ser eso las páginas de una novela, o como si…). En la contratapa, Leónidas Lamborghini confiesa que, cuando le pidieron un prólogo, 'no sabía que me iba a encontrar con un libro genial'.
No soy yo quien para dictaminar que Leónidas Lamborghini no se equivoca, pero me atrevo a decir que Leónidas Lamborghini no se equivoca: 'La época aguardaba que este libro fuera escrito'."

Alejandro Rubio, sobre Tragacomedias y sacrificciones, en poesia.com: "Tragacomedias y sacrificciones es un carro artillado lanzado contra el estado de las cosas en la literatura argentino y el libro más radical de la última década. (...)
¿A qué idea de la literatura refuta frontalmente este libro?
Digamos -y estoy pensando en símbolos más que en personas- a la de Pablo De Santis y Delfina Muschietti, a una narrativa que todavía pretende hacer un uso alto de los géneros y a una poesía que practica una arqueología diluyente sobre los restos de la vanguardia. A esto Wapner responde con una variedad formal y una falta de complejos como se ven poco. ¿Y por qué es el libro más radical de la última década? Porque los mejores poetas del 90 -Gambarotta, Durand, Casas, la lista puede reducirse o ampliarse a gusto y el concepto se mantendrá- a pesar de su espíritu crítico todavía no han podido desprenderse del todo de la sombra de sus antecesores, todavía tienen que discutir su lugar con ellos, llámense Gianuzzi, Saer, Eliot, la poesía norteamericana en general. Wapner, en cambio, sabe que toda herencia se dilapida y toda filiación es una comedia de enredos. Su relación con los precedentes literarios es tan desfachatada y ligera como su relación con sus objetos. En esto el único que le sigue los pasos, por su voluntad latinoamericanista que cuestiona tanto el localismo como nuestras relaciones carnales artísticas con el Primer Mundo, es Santiago Vega; pero Vega provoca apologías y rechazos tan inmediatos como irreflexivos y, de última, inocuos. Wapner no (o espero que no): su libro está hecho para turbar a propios y extraños. Cuando parecía que no era posible ningún frisson nouveau y que estabamos condenados a leer a y sobre Mattoni ad nauseaum, Wapner se
levanta y abre la ventana. ¿Y ahora qué hacemos?"

Quintín, en La lectora provisoria, sobre Interland y Mardablogues: "Mardablogues puede pensarse, entre muchas cosas, como una parábola sobre la derrota de un movimiento aluvional y también sobre cierto estado de la literatura argentina. Hay ecos lamborghinianos en el poema (que me cuesta mucho leer, debo confesarlo) y resulta que Leónidas Lamborghini es el autor del posfacio de Una novela de mil páginas. (...)
Pero el desencanto de Wapner aparece claramente en Interland en la historia del personaje que renunció al “Movimiento de Exaltación”, que creía que “hasta la más minúscula partícula de nuestra tierra roja era una creación suprema, imposible de igualar”. Ese hombre se ha quedado solo, pero sospecha que hay algo muy peligroso en Interland y que “hay cosas más allá, pero algo nos impide conocerlas; no sé por qué, pero eso es lo que nos hace solitarios.”

Me gustaría leer en lo anterior la renuncia a ciertas creencias casi nacionalistas de nuestra autorreferente comunidad literaria. Pero apenas he espiado la obra de Wapner en esta tarde y sería ir demasiado lejos. De todos modos, me gustaría terminar transcribiendo una frase de sus mails sobre Una novela de mil páginas."

“Para aquellos que están allí, apiñados en la misma tierra, es muy difícil concebir que un libro grosso de la literatura argentina pueda venir desde un país tan lejano y puesto en discusión como es Israel.”

Pablo Valle, en valleyoftears.blogspot.com: "Desde el título, es tentador seguir la isotopía de la autorreferencialidad, según el canon actual, aparentemente ineludible, de que todo texto literario habla (debe hablar) de la literatura en general y de sí mismo en particular (un mismo movimiento en espejo, puesta en abismo, etc.)." (sigue acá)

Entrevista de Juan Terranova:

"¿Qué pasaba en la política argentina en ese momento?

Un antivizcachismo acérrimo, "nunca te hagás amigo del juez, aunque te vaya para el culo", signó mi conducta desde que recuerdo; conozco el precio del sometimiento a este principio, y no me quejo. Pero me quejo: las cosas me habrían sido más fáciles, el correr la coneja tantos años va dejando marcas. Ana (mi esposa, la artista Ana Camusso) es, en eso, bastante parecida a mí, y fue así que hace diez años nos sentimos muy cansados y decidimos irnos al único país posible para nosotros: pasajes pagos, subsidios durante un tiempo importante, ciudadanía automática. Llegamos a Israel el 30 de abril. Fuimos, en ese momento, adelantados, vanguardia a nuestro pesar, de la desbandada argentina de víctimas del menemismo.

La diferencia con los que vinieron después es que nosotros no habíamos perdido el dinero de nuestra cuenta bancaria, ni propiedades, ni quebrado en el comercio, nosotros no teníamos nadad de nada, salvo libros, carpetas, e instrumentos de trabajo." (sigue acá)

Entrevista a David Wapner

"Hace una veintena de años, más o menos, Fogwill incluyó en Pájaros de la cabeza un relato en donde aparecía un Laiseca hecho personaje que estaba en pleno proceso de escritura de una enorme novela de más de mil páginas. Más tarde, el auténtico Laiseca publicaría Los Sorias, con sus más de 1300 páginas que todavía no leí.
Pero siempre conservé una imagen fuerte de ese Laiseca de ficción y su tour de force, la única que me quedó de ese cuento. Me quedé con el mito de las mil páginas; no sé si vos, pero más de una vez me encontré con alguien, o alguien que conocía a alguien, que estaba escribiendo "una novela de mil páginas". Batir los récords de Joyce, de Melville, desafíos de ese tipo. Me fijé en eso, como me fijé también en otras tonterías como, por ejemplo, la que aparece a veces en la profesión de bajistas que, cansados de ser soporte, sueñan con armar una banda con dos bajos. Tengo un texto experimental, por ejemplo, El infame ¡Ay!, al cual le aumento o disminuyo páginas con un proceso artificial; actualmente tiene 2500, y si quiero las duplico o decuplico."

"Una ultraficción que pone en crisis, que hace interrogar sobre la puta naturaleza de la escritura", entrevista completa de Santiago Llach a David Wapner.

Distribución y venta

Para compra por contrarreembolso, escribí a esiesta@gmail.com

A partir de los primeros días de marzo 2007, Una novela de páginas está en las siguientes librerías:


Buenos Aires

Del Centro Julio Cortázar (C.C.C) Corrientes 1434, Centro (5 077 8013)

De la Mancha Corrientes, 1888, Centro (4 372 0189)

Fedro Carlos Calvo 578 (San Telmo)

Gambito de Alfil José Bonifacio 1402, Caballito (4 432 1304)

Guadalquivir Callao 1012, Centro (4 813 9628)

Paidós del Fondo
Santa Fe 1685, Centro

Zival´s Callao 395, Centro (4 371 7500)

Norte Avda. Las Heras 2225, Barrio Norte (4 803 3944)

MALBA
Av. Figueroa Alcorta y San Martín de Tours, Palermo

Fundación Proa Caminito, La Boca

Tlon
Lambaré 1090, Almagro (4866 3937)

Belleza & Felicidad Fco. Acuña de Figueroa, Almagro

Eloísa Cartonera
Brandsen 647, La Boca

Espacio Callejón Humahuaca 3750, Almagro

Otra lluvia Bulnes 640, Almagro

Boutique del soho Thames 1762, Palermo Viejo (4 831 4027)

Prometeo Honduras y Gurruchaga, Palermo Viejo (4 833 1771)

Boutique del libro Olazábal 4884, Villa Urquiza (4 524 3681)

Boutique del libro
Chacabuco 459, San Isidro (4 742 1297)

Boutique del libro Arenales 2048, Martínez (4 798 9073)

Boutique del libro Unicenter, Martínez (4 7174873/4)

Boutique del libro Palermoshop Av. Bullrich 345 Loc. 1013

Espacio Prometeo Malabia y Armenia, Palermo

La internacional Argentina Honduras 5270, Palermo

Hernández Corrientes y Uruguay (Centro)

Savia (poesía + flores) Honduras 5328 Palermo Viejo (4 834 6807)

Librería Palermo Shop, Juan B. Justo (Shopping)

El Rayo Rojo Av. Santa Fe 1670 Loc. 20-22, Galería Bond Street

Garage Land Av. Sante Fe y Paraná

Asunto Impreso Pasaje Rivarola 169

Librería de las Madres Hipólito Yrigoyen 1584

Puesto de Fernando Molle Puesto 27 – Feria Parque Centenario

Eterna cadencia Honduras 5574 (Palermo Viejo)

El Faro libros Uriarte y Gorriti (Palermo viejo)

Roho (peluquería) República de Indonesia 66 (altura Rivadavia al 4600)

Cadena de librerías Librogal:
Av. Santa Fe Sta. Fe 3331 - Capital Federal

Caballito Shopping Center - Rivadavia 5108 - Local 207 Capital Federal
Gandhi - Av Corrientes 1743 - Capital Federal

Cabildo - Av Cabildo 1852 - Capital Federal

Del Parque Shopping Center - Nazarre 3175 - Local 119/120 - Capital Federal


Plaza Liniers Shopping Center - R.L.Falcon 7115 - Local 305 - Capital Federal



INTERIOR

Chivilcoy

Adagio Libros Av. Soarez 80, Chivilcoy PBA

Mar del Plata

Los Gallegos Shopping - Rivadavia 3050 - Local 21 Mar del Plata

Neuquén


La Anónima Paseo de Compras (Librogal) Antártida Argentina 1111 - Local 2 A

Mendoza

MUCHA Italia 5848, Chacras de Coria

Rosario


Peccata Minuta Santa Fe 780 -galería- (425 6895)

Bahía Blanca

Raíces Saavedra 113

Del Ángel O´Higgigins 71 Local 22 (Galería del Ángel)

Tarazca
Vox (feria itinerante)

Santa Cruz

Cuernopanza Libros Gallardo 455 (Viedma)

Entre Ríos

Librería Correveidile
Dupuy 176, Paraná

Códice, San Martín 664, Paraná

Santa Fe


Ferrovía 9 de Julio 3137

Córdoba


Rubén Libros
Deán Funes 163 Loc.1




EXTERIOR


Costa Rica

Claraluna 250 Norte Antiguo Bco. Anglo – San Pedro, San José (/506/ 283 9068)

Chile


Metales pesados
José Miguel de la Barra c/ Monjitas (Barrio Forestal)

Uruguay

Rayuela Tristán Narvaja 1535, Montevideo

Mil páginas

por Federico Levín

La doctora Blister está parada en el año 2113 en un cuarto que es blanco como un laboratorio. Sostiene en una de sus manos un frasco de vidrio con un líquido verde fosforescente. Y dice:
en la disciplina de la ciencia
nombrada literatura
los experimentos se realizan
sólo con humanos.
Acerca el frasco a su boca y apura el trago de absenta,

simultáneamente, en el 2007, un joven sentado en el banco de una plaza lee una novela de mil páginas. El libro, en realidad, tiene menos de cuatrocientas. Pero en cada página habitan unos fragmentos que se nombran como 'páginas'; y tienen la textura de una ratita que se despereza. El joven no puede parar de leer el libro, ahora, aunque tampoco puede leerlo, a decir verdad. El libro en sus manos es un objeto que lo hace pensar en un libro imposible, otro.

Con la otra mano la doctora Blister apretuja una ratita de su colección. Es recién nacida y la doctora la llama Posteridad. La aprieta con la suficiente fuerza como para que no se escape, pero no tanta como para que se ahogue. Como si fuera un pájaro que representa al amor, pero una rata llamada Posteridad. Las ratas no leen, dice la doctora Blister. Como una metáfora pero no.
Con la mano restante no hace nada. O sí: se suena los dedos.

El joven está sentado, todavía en el 2007 leyendo el libro, y piensa en dos trampas de las que es víctima: la palabra 'novela' en el título, y el ordenamiento consecutivo de los números de las páginas- fragmentos. Que el primer fragmento se llame página 1, y el último se llame página 1000 es un orden, artificial. Un rasgo ordinario en un libro que no. Un libro extra que se acerca al humano a través de su rasgo ordinario para ser leído. Porque las ratas no.

La doctora Blister dice, y el hipo que le produjo el absenta corta su parrafada en versos.
la trama
y la trampa
difieren
en una sola letra: la pe
ro ambas son para otro.

El joven quiere ser editor. Lo es: recorta los fragmentos del libro con una tijera, que es la misma que usa para recortarse los bigotes. Pega cada fragmento en una página distinta, desordenando la progresión numérica. Ahora el libro tiene, efectivamente, mil páginas. Y es un libro de poesía.
Deja el nuevo libro a un costado y sigue leyendo la novela. Se hizo de noche en el 2007 y el joven recuerda un sueño:
se levanta en medio de la madrugada y entra a su estudio. Sentado junto a la computadora está Tinelli, leyendo en el monitor una novela que el joven ha escrito. Tinelli lee y niega con la cabeza, todo el tiempo. El joven se acerca y ve que el texto de su novela no entra en la pantalla, es más ancho. Tinelli lo mira y le dice que la novela no se entiende, no se puede leer. "¿sabés por qué no se entiende, esta novela?... porque es poesía" dice Tinelli, apoya el mouse sobre el texto y empieza a cortar las frases con la tecla enter. Enter, enter, enter, es poesía, dice Tinelli. Después pasa algo que no recuerda.

A la doctora Blister le pegó el absenta: le habla a Posteridad sobre cosas importantes. La doctora dice: ¿Sabés por qué los sueños son tan difíciles de recordar, por qué se olvidan casi todos? Porque su información está conectada de otro modo. Causa y efecto no cuentan ningún cuentito. Uno recuerda, en la vigilia, no porque cada fragmento se retenga en la memoria, sino porque el cuentito se arma y cada fragmento queda fijo, sostenido por el anterior y sosteniendo al siguiente.
Pero posteridad no le presta atención: sólo quisiera estar corriendo en el interior de una rueda, sin llegar nunca. No quiere saber nada del futuro. Causa y Efecto, mientras tanto, descansan juntas sobre un colchón de viruta.

El joven guarda el libro en un bolso, se levanta del banco y sale de la plaza. Cuando cruza la calle, lo atropella un auto.

En el 2011 el joven se sienta en el banco de una plaza a leer una novela de mil páginas. La impresión que le causa el texto, el estado de fragilidad que le inocula, le recuerda el día en que lo atropelló un auto. Cuenta el cuento para sí: estaba leyendo una novela de mil páginas, en el banco de una plaza. Me sentía frágil, confundido. Ese mismo día mi padre se había hecho la operación de cambio de sexo, y Argentina había quedado afuera de un mundial. Por eso, quise ir a un bar a tomar una cerveza, para relajarme. Entonces me dispuse a cruzar la calle, porque el bar quedaba en la vereda de enfrente. Por eso me atropelló un auto.
Eso fue lo que pasó, así que es un relato simpático y conmovedor. Pero no es cierto que el joven esté recordando. Si recordara, si se instalara en las imágenes de aquel día, vería, por ejemplo, del otro lado de la calle, una paloma que parece estar rascándose la cabeza. Eso también pasó, pero no existe: el joven ya no va a recordarlo.
El cuento de aquel día le causa tal impresión que cierra el libro y lo guarda en su bolso. Sale de la plaza y, al cruzar la calle, lo atropella un auto.

La doctora Blister sostiene, en cada una de sus manos, un tubo de ensayo: uno tiene un líquido color rojo, otro un líquido amarillo, y el otro uno marrón. Vierte los tres en un recipiente de base redondeada.
Se toma el bloody mary y pasa del mareo a la euforia. Confunde a las ratitas con alumnos, o no se confunde.
Vocifera.
pero el cuentito no es así por naturaleza.
Si nos enseñaran a pensar con otros cuentitos
otras estructuras
más amplias
y flexibles
podríamos entender la realidad
en toda su complejidad.
Recordaríamos los sueños,
y haríamos la revolución.
¡Esa tiene que ser la ética subversiva de la escritura!
Aplausos.
La doctora Blister se desploma. Está descuidando a sus ratitas. Causa y Efecto se trenzan en violenta pelea. Posteridad las mira, displicente. Cruza las piernas y las mira.

El joven está acompañado, está solo y acompañado. El joven es, como todos, un narrador; más o menos eficaz, pero lo cierto es que es un narrador, como todos. Esto es: tiene sus límites. A su lado está un joven, él mismo pero otro: antes de cruzar la calle percibe una leve molestia en el tendón de la pierna izquierda, mientras cruza la calle observa, del otro lado, una paloma que se rasca la cabeza. A este joven, que es el mismo pero otro, se lo denomina: el acompañante.
Si el acompañante quisiera explicarle al joven qué es lo que observa mientras cruza la calle, tendría que decirle: hay una paloma que se mueve como si se rascara la cabeza. La cual es inexacto, no existe tal cosa, pero es la verdad. Tal vez el acompañante intenta explicarle tal cosa al joven, mientras cruza la calle, y es por eso que el auto blanco les apunta sin querer y se los lleva. De haber sido así, la paloma y sus extraños modales habría sido, en efecto, la causa del accidente, por lo que se volvería parte del relato habitual y el joven, narrador como cualquiera, podría recordarlo.

Pero no es así, sabe el joven, luego de la tomografía, la ecografía y la ontología de su personaje, cuando intenta dormir, o todo lo contrario, en la cama del Sanatorio Mitre. Cuando toma agua le sale un chorrito delgado por el lugar de la barbilla que no ha terminado de cicatrizar. Se pone auriculares y escucha la radio en un walkman. Está solo y la existencia de otras personas, adentro de esa radio, se le vuelve espectral. Mueve la perilla (que no es la barbilla) del dial hasta que encuentra una emisora en la que no se escucha nada. Hasta que se escucha. Es un radioteatro en inglés. Los diálogos son sobreactuados, solemnes y en inglés. El joven se queda escuchando, pretende entender hasta que se queda dormido y sueña. El acompañante despierta.

Hay una fiesta. El joven piensa, en el sueño, que todas las fiestas son de disfraces, pero no se da importancia. El joven ve la fiesta como en una pantalla de cine. Hay mil personas paradas en fila, todas miran hacia una hipotética cámara. En realidad, el joven no ve más de diez, pero el locutor del sueño explica que son mil. Es posible que el joven, mientras duerme, quiera filmar una metáfora, pero a su inconsciente no le da el presupuesto para la producción y se conforma con una decena de extras y un locutor didáctico. Cada extra se mueve, mirando a la cámara, de un modo particular, como si en lugar de moverse estuvieran actuando unos movimientos. Cada extra tiene, en la frente, un papel con una palabra escrita. El joven tarda en comprender que cada extra puede leer la palabra que significa cada uno del resto de los extras, pero no sabe cual es la suya. Cada uno de ellos, entonces, actúa la palabra que lleva puesta, modificando el sentido de la frase de un modo que desconoce. Esa es la fiesta. La fiesta es la frase y los participantes creen divertirse, cuando el que se divierte es el que los lee.
Un extra se rasca la cabeza como si fuera una paloma. Eso no es posible.

El joven despierta y recuerda un sueño hasta que lo olvida. Sólo recuerda imágenes inconexas y la cifra mil. Interpreta, entonces, que ha soñado algo referido a una novela de mil páginas. Saca el libro del bolso y comienza a leerlo. Pretende leerlo hasta que le den el alta. El acompañante se harta del joven y sus conectores y sale del sanatorio. Compra una gaseosa en el kiosco. Cruza la calle para tomarse el colectivo y un auto, apenas uno de todos los que circulan por la calle, logra atropellarlo.

Dios es una máquina vieja, sin conexión a Internet: al acompañante lo suben a una camilla y lo depositan al lado de la cama del joven.
El joven piensa que una buena solución es escribir la palabra dios al comienzo de la oración para evitar tener que decidir si escribirlo con o sin mayúscula. El acompañante agrega que el programa microsft Word 2003 escribe automáticamente con mayúscula la palabra Internet, no así la palabra dios.
Así es. Al que no toma decisiones, lo escriben los de ajuera.
Pero los hermanos no se vuelven comun-i-dad: se pelean y se borran en lo mutuo. Pelean.
Al joven y al acompañante les gusta la doctora Blister. Intentan seducirla, aunque a ambos les queda lejos. El joven cuenta su accidente como se cuenta hoy: usa palabras de ahora, escucha cumbia, cuenta la anécdota y la vincula al negocio del petróleo. Dice que antes de ser atropellado chateó con alguien, y que después de ser atropellado mandó un mensaje de texto a sus amigos para avisarles. Pretende facilitarle la lectura a la doctora Blister. El acompañante, en cambio, la juega de misterioso: quiere que la doctora Blister se fije en él porque no lo entiende, porque él fue sincero y contó lo que realmente pasó en el accidente, sin relatos prefabricados, sin conectores jerarquizantes, todo transparencia.
Se insultan de camilla a camilla y se parodian.

La doctora Blister cruza las piernas y retiene el núcleo de la resaca entre ambas. Cuando anda con resaca se excita profundamente, pero al masturbarse le duele más la cabeza. Y el dolor de cabeza le da muchísimas ganas de masturbarse. Lo cierto, lo único cierto para ella, es que está sola. Las ratitas no están. Tal vez las dejó escapar, o se las comió de bajón. Tiene un par de libros para hacerse compañía. Uno de los dos se le tira encima, la adula con mal gusto y quiere hacerle las cosas demasiado fáciles. Al otro no lo encuentra. Lee unas páginas del primero, lo cierra y decide masturbarse. La doctora Blister mira los frascos sucios y vacíos y se siente culpable. Es el problema de vivir en el futuro: se es culpable de casi todo. Tendría que hacer una buena acción, piensa. Podría comprar las prótesis nuevas que salieron, para su hija adolescente. Pero vuelve a masturbarse. Qué cosa, piensa la doctora Blister. Miles de años de literatura y todavía tengo que imaginarme las historias yo misma para pajearme. Ya no quedan escritores, son todos iguales. Miles de años de pasado literario y ni un escritor, ni uno solo que tenga huevos y venga a escribir, acá, directamente desde el futuro. Pendejos.

El joven lee. Piensa que un escritor en serio debería ser capaz de escribir una imagen tan potente y evocativa que sea metáfora de algo que todavía no existe. Una imagen que no sea funcional a una novela existente, un recurso, sino que contenga una novela potencial.
Uno con huevos se haría cargo de que ‘nunca se sabe’ y desde ahí escribiría. Cada fragmento podría conducir a un futuro distinto, una novela otra. Escritor con huevos se haría cargo de que del futuro nunca se sabe y que cada una de las novelas otras producirá el futuro donde ser leídas. Una novela que no se sabe. Una pista creada para despistar. Como la cifra mil de sus sueños. Es una trampa.
Una trampa es una trama en estado latente.
Un significado en estado latente, invocado por la fuerza de una novela, es la literatura del futuro, ahora mismo.
Es el joven y el acompañante cruzando la calle que los separa de la doctora Blister, quien los espera en el bar con una botella de vino. Es un riesgo, claro: en el medio, los autos.